miércoles, 28 de diciembre de 2011

LAS DAMAS DEL TANGO



“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900...”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



LAS DAMAS DEL TANGO

(Artículo escrito en Ecuador y publicado en el prestigioso periódico LA HORA)

A diferencia de muchas danzas folclóricas ecuatorianas, que forman parte de un ritual de grupo en relación a la Naturaleza, el tango argentino es un baile estrictamente de pareja.

No danzamos tango en busca de las lluvias necesarias para los cultivos o en agradecimiento a los dioses por tal o cual beneficio para la comunidad. Bailamos tango hombre y mujer como fuera del mundo social. Bailamos en un abrazo continuo, en búsqueda de disfrute en intimidad.

Es por ello que la mujer, en el tango, es parte estructural del mismo como individuo único e irrepetible. Sin la mujer individual, la mujer tangible, la mujer con nombre y apellido, la mujer abrazable, no hay tango. La mujer es una dama, con todas las letras, y es tratada como tal.

¿En qué otro ambiente de danza el hombre, al terminar de bailar, acompaña a la mujer hasta su silla? Matrimonios de toda la vida, semana a semana, año tras año, van a bailar tango en Buenos Aires. Uno puede ir a bailar con su propia madre, porque el ambiente del tango es familiar en el más alto grado.

No hay que prestarle atención al mito del tango sexuado, del tango erótico. Existe, por supuesto; es un negocio lucrativo. A mí mismo me ofrecieron muchas veces contratos para que bailara tango apache en Argentina y otros países. Sin embargo, lo mejor es identificar el tango argentino con la familia, con la esposa, la novia, los amigos y los padres.



El tango argentino no nació en los prostíbulos, como escriben y dicen personas sin conocimientos reales sobre el tema (o personas que gana dinero mostrando en los escenarios espectáculos casi de striptease tanguero); surgió de una necesidad insatisfecha de hombres y mujeres normales.

La mujer del tango argentino no es la prostituta; es la mujer novia, la mujer esposa, la mujer madre de familia. Entender esto es fundamental. Una cosa es la propaganda “for export” de ciertos grupos empresariales con pasaporte argentino; otra, el tango real, cotidiano y folclórico.

Desde sus comienzos, el tango fue bailado en casas de familia. Hoy día, el tango es bailado con sobriedad y castidad, por así decirlo. La mujer no muestra más allá de lo que el recato natural permite. Si una mujer, en una verdadera milonga de Buenos Aires, muestra demasiado las piernas o hace figuras eróticas, puede ser expulsada. Porque, en las milongas porteñas, los hombres queremos mujeres respetables, pretendemos ser respetados por las mujeres con las cuales bailamos. El tango argentino es romántico, sensible y respetuoso con las mujeres.

Unos fragmentos de dos tangos típicos, que bailamos casi todas las noches en las milongas de Buenos Aires y en la nuestra de Quito, que funciona desde el 2005. Ustedes juzgarán:


“CADA VEZ QUE ME RECUERDES”

Letra: José María Contursi
Música: Mariano Mores

“…Cada vez que me recuerdes,
la noche amiga me lo dirá,
y donde el cielo y el mar se pierden
cuantas estrellas me alumbrarán...

Cada vez que me recuerdes
tu pensamiento me besará,
y cuando el fin de tu vida llegue,
junto a tu vida me sentirás…”



“SOLAMENTE ELLA”

Letra: Homero Manzi
Música: Lucio Demare

“Ella vino una tarde y era triste,
fantasma de silencio y de canción;
llegaba desde un mundo que no existe,
vacío de esperanza el corazón.

Era nube, sin rumbo ni destino,
tenía la ternura del adiós;
mi paso la siguió por cien caminos,
y un día mi fatiga la alcanzó.”

En definitiva, las mujeres, en el verdadero tango, deben ser damas del tango, ya sea bailando, cantando o, simplemente, disfrutando de una noche de milonga.

Queremos en nuestro tango argentino mujeres a la altura de “Cada vez que me recuerdes” y “Solamente ella”.




© CLAUDIO MADAIRES. Todos los derechos reservados. Artículo publicado en marzo del 2006 en el prestigioso diario "La Hora" de Quito, Ecuador, con la firma "Claudio Gilardoni".

miércoles, 23 de noviembre de 2011

TANGO Y FÚTBOL


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico… Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900…”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)





TANGO Y FÚTBOL

por CLAUDIO MADAIRES
claudio.madaires@gmail.com


Hay deportes y danzas que van más allá del estricto interés lúdico. Suponiendo lícito el uso de la «teoría de juegos» en cualquier ocasión —en los hechos, no hay área del quehacer humano que no haya sido lanzada como pelota a la cancha de las probabilidades matemáticas—, relacionaré fútbol y tango.

El ajedrez occidental es un juego incordiante, caricatura del original indio chaturanga en el que dos contrincantes (rusos, por lo general) fingen descolorar la materia gris, aunque, en realidad, lo que hacen es usar el reloj de arena hispanoárabe hasta recordar estrategias memorizadas desde la infancia: vence quien recordó antes, no quien razonó antes. En el fútbol y en el tango, en cambio, hay mayor despliegue de libertad y de inteligencia muscular e intelectual. Ambos juegos tienden al infinito creativo.



Como en el ajedrez indio, el azar es parte estructural tanto del tango como del fútbol. El chaturanga exige el uso de dados, simulando las condiciones reales del juego de la guerra. No solo hay que razonar en el chaturanga, sino hacerlo en medio de continuas situaciones inesperadas. De nada sirve memorizar aperturas e ingeniosas trampas durante el juego medio, como sucede en la versión macdonalizada del ajedrez. Por el mismo devenir cambiante de las circunstancias, es imposible ejecutar dos partidos de fútbol o dos tangos de manera idéntica (al menos, es poco recomendable). Cada baile de fútbol es único e irrepetible; cada partido de tango (si es jugado al estilo argentino) es único e irrepetible.

La Asociación de Fútbol Argentino fue fundada en 1891. Sabemos que el tango se bailaba en las casas de familia de aquellos tiempos. Ya era folclore, y, al igual que el fútbol, representaba un aspecto decisivo del sentir popular de los argentinos. Tango y fútbol, universos lúdicos de entrelazada existencia paralela.

Hay numerosas grabaciones de tangos que prueban la íntima relación carnal entre la danza y el gran deporte popular de los argentinos. Los dedicados a Boca Juniors, por ejemplo, comenzaron a grabarse en la década de 1910 —que sea desde la infancia hincha del Gran Equipo es mera casualidad, por supuesto—: «Boca Juniors Club» (1916), «Tarasca solo» (1928), «Azul y oro» (1946), «Once y Uno» (1952) y «Boca Juniors» (1954), entre otros muchos.



Me harían falta un par de páginas de periódico para enumerar y comentar uno por uno los tangos relacionados con el fútbol. Muchos de ellos llevan nombre «en clave», por así decirlo. «Tarasca solo», por dar un ejemplo. Quienes estaban inmersos en la cultura futbolera de la década de 1920 sabían que estaba dedicado al gran «forward» del inmortal equipo de la Ribera.

En otro orden de cosas, pocos saben que hay figuras de tango cuyos nombres y metáforas provienen del fútbol. «La gambeteada», una de ellas. Del mismo modo que se gambetea una número 5, se gambetea a la pareja de baile.

Los seres humanos, de la cuna a la tumba, somos criaturas lúdicas. Esto dio a entender el holandés Johan Huizinga en «Homo ludens». Inventamos naipes, pelotas, canchas y danzas para hacer nuestras vidas algo más confortables. Sin el chaturanga, sin «El choclo» y sin «Boca Juniors», nuestras efímeras existencias serían tan insoportables como un envejecedor partido de ajedrez sin dados ni contrincante. (*)



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Este artículo fue publicado en diciembre del 2007 en el prestigioso periódico ecuatoriano “La Hora” con la firma CLAUDIO GILARDONI. Versión revisada en octubre del 2009.

sábado, 12 de noviembre de 2011

PIAZZOLLA Y BERLUSCONI BAILAN «TANGO A CIEGAS» (2)


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico… Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900…”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



“TANGO A CIEGAS”, CAPÍTULO 17

por Claudio Madaires – claudio.madaires@gmail.com



Caballeros milongueros,
la milonga está formada.


El chino Pantaleón
, milonga con música y letra de Francisco Canaro


Tras completar la tanda de Miguel Caló, los cuatro volvimos a la mesa. Ricardo hizo traer otra silla y pidió más champán. Rita, sorprendida de hallar la primera botella de brut seca como lengua de loro, puso el grito en el cielo:
—¡Bueno me habías salido, pollito! ¡Ni el último orejón del tarro nos dejaste!
—Bueno, bueno, mujer. Nada de histeria, por favor. Hoy es una noche especial. Tampoco esperaba la visita de Pedro. ¡Vamos, vieja! El primer champán es —era— para festejar con los chicos; el segundo, en homenaje a Pedrito Bozorola.
Rita apretó los labios y miró feo a su esposo. Dijera lo que dijera, la pobre iba a quedar en orsai. Nuestro anfritrión, tras servirnos a todos de la segunda botella, propuso un brindis por las damas de la mesa. Alzamos las copas, menos Rita.
—¡Bueno, Rita! ¡No nos amargués el champán! —pidió su esposo—. ¡Vamos, che!
—¡Está bien! —aceptó Rita, levantando su copa—. Por Pedro y por los chicos. Pero recordá, Ricardito mío, que juraste que el viernes y el sábado vas a estar a dieta de agua mineral. ¿Te acordás? ¿Todavía recordás tu juramento?
Ricardo le palmeó el hombro:
—¡Jurado, vieja!…
—Si no cumplís —amenazó Rita, casi lagrimeando—, ¡que me muera!
—¿Qué te mueras?
—¡Sí! ¡Que me muera! ¡Y en la milonga! ¡Acá mismo! ¡Acá, justo donde estamos sentados! ¡En nuestra mesita de toda la vida!
Su esposo, boquiabierto, optó por callar.
—¡Pero qué dramática, Rita! —exclamó Bozorola, encendiendo un apestoso cigarrillo negro—. Parecés actriz de radioteatro, che. Exagerás un poquito, me parece. Me hacés sentir mal. ¿Querés que me tome el Conte Rosso?…
Elsa lanzó una risita mulera y preguntó:
—¿Conte Rosso?
Pedro se afiató la garganta con un largo trago de champán antes de responder:
—Un buque italiano de lujo. Gardel viajó varias veces en él. Tomarse el Conte Rosso es igual que decir tomarse el olivo. «Conde Rojo» porque ese era el apodo de Amadeo, miembro de la dinastía de Saboya. Estoy hablando de la Edad Media, de los tiempos del jopo. Al Amadeo lo afiambraron a los veintipico, a la edad de Carlitos… Bueno… No se sabe bien de qué murió el infeliz. Lo que sí es seguro: al chico le gustaba usar ropas de color rojo.
Elsa, siguiendo su lambona costumbre, exclamó con vocesita camandulera como promesa de político:
—¡Cómo sabe don Pedro! ¡Un erudito del tango!
Bozorola se arregló el nudo de su corbata tobiana con gran dignidad, se pasó una mano por los cuatro cabellos que hoy día todavía le quedaban y respondió:
—Erudito a la violeta, en todo caso… Y no me llamés «don Pedro», Elsa. Pedro es suficiente. No me hagás sentir tan bejarano. No estaré para las cuadreras domingueras; pero para maturrango todavía me faltan un par de temporadas.
Ricardo, viendo que se venía la maroma con una esposa cada vez más agalluda, quiso cortar por lo sano:
—¡Está bien, negrita! ¡Deja de amargarte, por favor! Son las once y media. A las doce en punto empieza la veda de cuarenta y ocho horas. ¡Lo juro ante testigos!
—¡Juralo por mí! —exigió Rita.
—¡Bueno! ¡Está bien! ¡Lo juro por vos! —Ricardo hizo un signo de juramento—. ¡Lo juro por tu vida!…
—¡Juralo sobre la medallita!
Tras una pausa incrédula, Ricardo desabotonó el primer botón de su camisa, sacó una medallita dorada que llevaba colgada al cuello y juró sobre ella con beso incluido.
—Ahora tenés que cumplir, Ricardito de mi corazón. Estás obligado, papá. Juraste sobre nuestra medallita.
—Va a ser un fin de semana largo —dijo Ricardo, mirándonos a los hombres de la mesa con expresión patibularia. Después abrazó a su esposa y le dio sonoros besos en la frente y ambas mejillas. Una de esas parejas para toda la vida, típicas de las milongas porteñas.
Pasado el mal trago, Rita cambió de cara. Yo mismo me apedé un poco con el champancito en ayunas, y, dado que Elsa estaba ahora sentada junto a mí, aproveché para franelear disimuladamente con la pierna. Elsa aceptó el jueguito. De vez en cuando metía la mano por debajo de la mesa y me acariciaba el muslo.
En ese preciso momento tomé la firme decisión de encamarme con ella esa misma noche. Como se ve, yo era un gallito para nada retambufa.
Una tanda del D’Arienzo de la década del 30. Casi todas las parejas salieron a bailar Florida. Verdadera gente de tango, aguerridos milongueros desde la adolescencia. Un placer verlos recorrer los bordes de la pista en disciplinada fila india.
A Florida siguió La catrera. Elsa, por curiosa e ingenua en cuestiones de tango argentino, preguntó:
—Me encanta esta música; pero también me gustaría oír tango algo más contemporáneo: Piazzolla…
Ricardo interrumpió de sopapo:
—…Nunca alcanza el tiempo para el señor Piazzolla.
—¿Dije algo malo? —preguntó Elsa a Ricardo, intuyendo que había metido la pata, aunque sin saber cómo y por qué.
—Estás iniciándote en el tango, pebeta —respondió Ricardo con vehemencia—. Nadie nació sabiendo. Pero, para serte franco y por darte un buen consejo de viejo amigo, te sugiero que al señor Piazzolla no lo nombres en milongas serias y con pedigrí como ésta. Trae mala suerte.
Pedro aportó lo suyo:
—Una vez, hace muchos años, estaba en cierta milonga… Iban tangueros de la vieja guardia, con sus esposas. La milonguita iba bien; tenía su clientela y cierto prestigio… Una noche, al organizador, muchacho bastante joven, se le ocurrió la idea de pasar una tanda del señor Piazzolla… ¡Bueno!… ¡Pa qué contarte, piba!… En cuanto sonaron los primeros compases, los viejos milongueros pidieron la cuenta y se fueron yendo, unos tras otros, sin dejar propina… ¡La milonga quedó medio vacía en cinco minutos!… Estábamos Rita, Ricardo y yo. Nos fuimos también. ¿Te acordás, pollito?…



El aludido asintió.
—¿Tan grave?… —musitó Elsa, sintiendo que la iban dejando chata como cinco de queso.
—…Tan grave —interrumpí yo, dándole un suave codazo para que dejara el tema ahora que estaba a tiempo.
—Esa milonguita no volvió a ser lo que era —explicó Pedro—. En pocos meses se fue a pique como piragua torpedeada… Para muchos de nosotros, el señor Piazzolla es un pepino difícil de digerir.
—Pero es un músico reconocido en Argentina y todo el mundo —argumentó Elsa, haciendo caso omiso de mi codazo bien intencionado—. En el Exterior, saben que existimos por él. —Tarde se dio cuenta de la estupidez que había dicho—. Quiero decir que nos conocen también por Gardel y por…
Le di otro codazo, atajando otra posible boludez:
—…A los argentinos, Elsa, nos conocen por Gardel, por el bife de chorizo, por Maradona, por el dulce de leche…
Ricardo interrumpió:
—…La propaganda, la propaganda, la bendita propaganda. Con suficientes toneladas de propaganda podés vender lo que sea, Elsa… Lo que sea, piba, en tanto y en cuanto el envoltorio sea atractivo. Si te repiten ochenta veces por hora en radio y televisión que lo tuyo o lo del señor Piazzolla es lo mejor, seguro que lo vendés, aunque sea un montón de porquería.
Volví a codear a Elsa.
—Piazzolla fue un egoísta total —sentenció Pedro tras reventar el cigarrillo, a medias fumado, en el cenicero. Se veía que el tipo pitaba como un murciélago—. Solamente pensó en él, en su negocio, en su bolichito. Mientras los demás, los de lengue y requintado, seguían en la línea recta del tango folclórico, ése buen señor se dio cuenta de que íbamos a rendirle más si nos mezclaba a nosotros, los rantes malevos de Buenos Aires, con sus pandilleros vecinos del Bronx. Porque Piazzolla vivió en el Bronx desde pibe; corríganme si miento… —Buscó aprobación tácita en Ricardo antes de volverse hacia Elsa y continuar despotricando—: De ese mestizaje no podía salir cosa buena, por supuesto. Los amasijos que hizo Piazzolla con el tango, el jazz, el blues y el rock fueron imperdonables para muchos. Algunos dicen que lo que quiso hacer fue esterilizar el tango… Fue un músico bien preparado, eso sí… Nadie va a negar que, como músico popular, estaba mejor preparado que la gran mayoría…
—…Bien preparado en el Bronx —interrumpió Ricardo.
—La verdad —dijo Elsa— es que nunca imaginé que se trataba de un artista tan criticado, tan discutido, tan odiado. Porque, en realidad, a decir verdad, hasta donde yo sabía…
Le di a Elsa el cuarto codazo de la noche. Ricardo aprovechó para seguir dando palo a piacere:
—Cuando ya se había subido a caballo del tango, el señorito empezó a llamar «tango» y «música de Buenos Aires» a ese ejercicio físico que tocaba él… ¡Por favor! Una vez le preguntaron sobre el compás, sobre el ritmo; y él les retrucó, bien pancho, que el quisiera ritmo se fuera a bailar salsa…
Pedro tosió como tosen los fumadores empedernidos antes de aportar lo suyo:
—Se abusó del tango. En la década del 40, cuando dirigía la orquestita de Francisco Fiorentino —¡Nada más y nada menos que Francisco Fiorentino!—, figuraba en el puesto noventa del ranquin. No figuraba en ningún lado. Había quinientas orquestas mejores en Buenos Aires. Fiorentino le sirvió de poco; y eso que grabaron juntos como veinte tangos… Después de esa, cachó la guitarra eléctrica a ver si salía del anonimato electrocutando al tango en Estados Unidos… Pero lo peor de todo, lo que completó la cosa, vino después, bajo la Dictadura… Piazzolla les hizo la música para el Mundial de fútbol del 78 a los milicos criminales que torturaban, violaban y tiraban vivos al Río de la Plata a cualquier chiquilín que se les cruzaba… ¡Mientras su hija vivía exiliada en México, papacito Piazzolla cenaba con Jorge Rafael Videla, igual que Ernesto Sábato y tantos otros co —¿Don Ernesto Sábato? —preguntó Elsa, incrédula.
—Ernestito, sí —respondió Pedro—, el que visitaba a Videla y que decía que la bestia esa era un «presidente» culto, modesto e inteligente.
Ricardo contó:
—En el 78, varias estrellas del fútbol mundial europeo no vinieron a jugar en repudio por las «desapariciones»; y los holandeses, que salieron segundos, se negaron a saludar a los dictadores cuando llegó la repartija de premios.
—¡Qué horror! —exclamó Elsa.
—Para que no faltara nada en la mesa, el Mundial estuvo arreglado —dijo Pedro—. Estados Unidos arregló la cosa para legitimar un poquito más a sus dictadores en América…
—Argentina estaba por quedar fuera del Mundial —agregó Ricardo—, porque había perdido con Brasil y empatado con Italia… ¿Y qué pasó?… Contale vos, Carlitos… Contale vos la porquería qué pasó con los peruanos… ¿Te acordaś, pibe?
—Lo que pasó es la porquería de siempre en los Mundiales —expliqué—. Los peruanos se dejaron… golear por 6 a 0… ¡Les hicimos la media docena en un Mundial!… Era la única salida para que Argentina se clasificara para la Final. Con la «goleada» esa, el Brasil quedó tercero automáticamente y nosotros o primeros o segundos.
—¡Qué horror! —repitió Elsa.
—Francia participó del Mundial, sabiendo que acá desaparecían franceses y francesas —quise explicar—. Había una modelo publicitaria lindísima, argentina francesa, de la cual yo estaba algo así como enamorado a la distancia…
—¿En serio? —interrogó Elsa—. ¿Vos enamorado?
—Ana María Erize —recordé—. Hasta había salido en la tapa de la revista «Gente»… Y vos sabés, Elsa, que en la revista «Gente» nunca salieron chicas feuchas… La Dictadura la «desapareció» creo que en el 76, porque sí, porque era hermosa, porque trabajaba por los Derechos Humanos, tal vez porque el milico Jorge Olivera quería violarla antes de tirarla viva al Río de la Plata… Ana María tenía veintidós o veintitrés años… Y Piazzolla les hacía la música del Mundial a esos degenerados hijos de puta…
—¡Qué horror! —repitió Elsa por tercera vez.



Decidí cambiar el lado del disco:
—Me pregunto si ese aparente desinterés de Piazzolla por el tango folclórico fue producto de que no vivió desde pibe en Buenos Aires, ni siquiera en Argentina… No sé… Digo.
Ricardo respondió:
—Decís bien, Carlitos. Cuando uno no mamó el tango desde la cuna, difícil que lo lleve en el tucutucu ni de purrete ni de adulto. Si el señor Piazzolla hubiera vivido de purrete no digo en Buenos Aires, sino en su Mar del Plata natal, de otra forma hubiera cantado la milonga… Porque en la Mar del Plata de los años 20, 30 y 40 había cualquier cantidad de buen tango… En verano, de temporada, iban a «La Feliz» las mejores orquestas de Buenos Aires: la de Julio De Caro, por dar un ejemplo, quien, entre comillas, nació en este mismo ilustre barrio de Balvanera.
—También Miguel Caló nació en nuestro ilustre barrio de Balvanera —apuntó Rita.
—Razzano vivió su infancia acasito —agregó Pedro—. Claro que en los tiempos bravos de cuando Balvanera era arrabal y no barrio urbanizado de Buenos Aires.
—También Juancito D’Arienzo nació en nuestra ilustre geografía —observó Ricardo—. Y, ni falta hace decirlo, El Mudo, Carlos Gardel, vivió desde su más tierna niñez en Balvanera, una vez llegado de Francia en brazos de su madre, doña Berta… Mucha gente —Elsa nació y vive en Balvanera —comenté.
—¡Pero qué bien! —exclamó Rita—. ¡Así que vos también sos vecina, Elsa!… ¡Qué bien!
Tras una pausa grupal, Bozorola, que no largaba el güeso, siguió despotricando contra la víctima de la noche:
—Piazzolla es una especie de don Osvaldo Pugliese pasado por Holywood y por el Bronx.
Ricardo lanzó una risotada y nos explicó a Elsa y a mí:
—Pugliese tuvo una etapa «revolucionaria», al igual que Julio de Caro. Él mismo era un zurdo revolucionario, un comunista de cachiporra en mano. Osvaldo llevó al tango más allá de lo folclórico, para bien o para mal. La diferencia, la gran diferencia, la fundamental diferencia es que don Osvaldo Pugliese nunca mezcló nuestro tango con ritmos comerciales y foráneos, como hizo el otro. Fue revolucionario pero no un vendido al sistema. El otro usó la música revolucionaria de Osvaldo para hacer mercado gringo… Me acuerdo de una reflexión que creo viene al caso: «Mahler no es Bruckner y Solti no es Karajan»… Agrego yo: «Piazzolla no es Pugliese».
—Disculpen… —musitó Elsa—. ¿Cómo iba a saber yo?…
—¡No te preocupés, Elsa, querida! —intervino Rita con su característica dulzura—. Ahora sabés por qué a ese señor no lo admiran muchos de los viejos tangueros. A mí, en lo personal, no me gusta la música del último Pugliese… Lo confieso con humildad de ama de casa… En realidad, no es que no me guste; sino que no la entiendo. El último Osvaldo es demasiado culto para mi gusto barriero… Como sea, a Osvaldo todos lo respetamos porque nunca perdió el espíritu tanguero y porque no se vendió a la Dictadura ni a los gringos…
—A Piazzolla le duró poco tiempo el metejón con el tango y nunca salió de la medianía —castigó Pedro con toda la fuerza de su rebenque—. Ni con Fiorentino le dieron bola. Y cuando las cosas se pusieron feas de verdad, con el fracaso artístico personal y la invasión de empresas discográficas anglosajonas —que venían a caballo del rock y de la droga con miles de millones en los bolsillos para gastar en publicidad—, el tipo hizo las burras, metió violín en bolsa y se las piantó para siempre del tango tradicional. Se dedicó al «jazz-tango» y otras destrezas gauchas por el estilo. Le faltó hacer la intentona de la «salsa-tango», si es que no…
Ricardo dio su zarpada:
—Tiempos duros para el tango. Aparte la invasión rockanrolera, vivimos desde fines de los 50 en una dictadura antiperonista y antiizquierdista que no dudaba en hacer desaparecer a cualquier opositor, artista o no artista, ya fuera de 14 o de 94 años. Discépolo era peronista, como casi todos los tangueros; Pugliese, comunista, al igual que Fulvio Salamanca… Pero, dejando aparte la cuestión política, hay algo más detrás del finado. Quien no nació y vivió su infancia en Buenos Aires, raro que ame esta ciudad y que la respete como se respeta a una madre… ¿Qué tiene que ver Buenos Aires con el rock y el jazz? ¿Alguno de ustedes me puede decir qué caracho tiene que ver la música yanqui con Buenos Aires? El jazz y el blues es cosa de otro barrio… ¡Ojo! A nosotros nos gusta mucho el jazz antiguo, el de —…Y los blues de Bessie Smith y Ma Rainey —agregó Pedro—. ¡Claro que nos gusta el blues y el jazz!…
—Blues y jazz eran los de antes, chicos, cuando nosotros éramos pibes como ustedes —comentó Ricardo, encendiéndole un cigarrillo al amigo—. La cosa degeneró también en aquellos barrios del Norte… Ya no es lo mismo. Ahora cualquier cretino saca un LP vendiendo como jazz y blues unas cuantas improvisaciones falopeadas.
Pedro siguió conferenciando:
—Los negros inventaron el tango, también —aparte del jazz y el blues—. Mucha gente lo ignora y otra gente finge no saberlo… Las palabras «tango» y «milonga» son de origen africano… Algunos hijos de puta llamaban al tango «cosa de negros y de gauchos». Basurear el tango fue deporte de los oligarcas argentinos y de sus asalariados intelectuales durante mucho tiempo… Para que los argentinos no tuvieran identidad cultural, ¿vio?… Leopoldo Lugones, el turiferario número uno de la oligarquía nacional de su tiempo, mentía que el tango era «vil reptil de lupanar» en las páginas de «La Nación», cuando la verdad era que el tango se bailaba desde hacía mucho en las honestas casas de familia… A sus hijos los educaban, como siguen haciendo, primero en inglés y después en castellano… ¡Gauchitos lindos les iban a salir, de chiripá y nazarenas!… Ya pueden imaginarse, chicos, qué clase de gentes tuvieron las riendas culturales de nuestro país…
—…Tuvieron y tienen —corrigió Ricardo—. Porque desde que los gorilas vendepatrias bombardearon Plaza de Mayo para tirarlo a Juan Domingo, al tango lo siguen basureando… Perseguirlo era perseguir al peronismo: Hugo del Carril, Tita Merello y el mismo Discépolo eran afiliados…
—Suficiente por hoy, muchachos —dijo Rita.
—Se nos fue la mano con tanta discurseada —dijo Pedro a su amigo Ricardo.
Amainaba el temporal; pero faltaban algunos refocilos:
—Se vendió al sistema —dijo Pedro, volviendo a toser feo y apagando con asco el faso a medio fumar. Jineteaba el vicio, por lo visto—. El error imperdonable de Piazzolla fue el no renunciar al pasaporte argentino en cuanto se decidió a convertirse en el enemigo número uno del tango folclórico.
9 de julio.
Ricardo sacó a bailar a Rita. Pedro cabeceó a una vecina, la cual aceptó la invitación con mucho agrado. Yo salí a la pista con Elsa.



FIN DEL CAPÍTULO 17 DE «TANGO A CIEGAS» © 2009 CLAUDIO MADAIRES. Todos los derechos reservados.

PIAZZOLLA Y BERLUSCONI BAILAN «TANGO A CIEGAS» (1)


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico… Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900…”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



PIAZZOLLA Y BERLUSCONI BAILAN «TANGO A CIEGAS» (1)

por Claudio Madaires – claudio.madaires@gmail.com



Mi novela «Tango a ciegas», editada en primera edición electrónica por mi cuenta en septiembre del año 2009, relata en su capítulo 17 lo que he oído de viejos milongueros porteños acerca de Ástor Piazzolla. Por ser novela, es decir, ficción legal, nadie podrá acusarme por ideas y expresiones de personajes imaginarios.

Random House Mondadori fuen la primera editorial en rechazarla (sin leerla) con un correo electrónico que aquí reproduzco con vergüenza ajena, el cual ni siquiera tiene firma y que podría haber sido escrito por un cadete de la empresa:

«RANDOM HOUSE MONDADORI
Humberto Primo 555
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(C1103ACK) – Argentina
Tel: (54 11) 5235-4400

Estimado CLAUDIO MADAIRES:

El Comité Editorial ha evaluado tu proyecto – obra “Tango a ciegas” y más allá de su valor literario ha decidido no publicarlo. Nuestras puertas quedan abiertas para futuros proyectos. Gracias por confiar tu obra a nuestros editores.

Cordialmente, RANDOM HOUSE MONDADORI»



Tras leer este telegrama, sentí una ira tal vez como la que pudo haber sentido Massimo Tartaglia en sus noches previas al cruento atentado.

Este rechazo sin lectura previa de una novela sobre tango escrita por un argentino-español desde la seccional «argentina» —ubicada «teóricamente» en la mismísima Capital del Tango, Buenos Aires— por parte de una multinacional anglosajona e italiana que solicita manuscritos en Internet, es espeluznante por las implicaciones que conlleva en relación al trato que RHM da a los escritores actuales en lengua castellana, tanto argentinos como españoles.

En realidad, nunca esperé que RHM recharaza proyectos y a perpetuidad sin lectura previa; es decir, sin evaluación alguna de sus posibilidades literarias y «lucrativas»; aunque, antes de enviar a RHM el manuscrito de «Tango a ciegas», sabía varias cosas sobre «Mondadori» que ponían los pelos de punta.

Una de ellas, que hubo delito de por medio en su adquisición por parte de Berlusconi y su grupo de tareas. Como es de público conocimiento, el Tribunal de Milán impuso a «Fininvest», propiedad de Berlusconi, una fuerte multa de 750 millones de euros por haber sobornado a un magistrado judicial en relación a la sesión de la otrora prestigiosa «Mondadori».

Otras de las cosillas que sabía era que Berlusconi estaba sindicado de pertenecer a la «Cosa Nostra» desde hacía rato. Hasta su sirviente literato portugués durante muchos años, José Saramago, quien —pese a autodefinirse como «comunista»— trabajó muchos años para Berlusconi publicando libros en «Einaudi», definió públicamente al italiano como «cosa» [nostra] (*) tras el escándalo de las fotos que muestran al anciano italiano rodeado por jovencitas casi adolescentes en una de sus propiedades.



Como si fuera poco, también sabía que RHM publica mayoritariamente bestsellers en lengua inglesa angloamericana. Basta entrar al sitio WEB de «Mondadori» en Italia para verificarlo.

Entonces, ¿por qué quien escribe envió el manuscrito de «Tango a ciegas» a RHM, sabiendo lo que sabía sobre Berlusconi? ¿Esperaba un milagro, tal vez?

Tal vez, subconscientemente, envié «Tango a ciegas» a Berlusconi para poder escribir este artículo de blog.

En la próxima entrada envío el capítulo 17 de «Tango a ciegas», la cual consta de 102 capítulos.



Multimedia y textos © Claudio Madaires.

jueves, 20 de octubre de 2011

MILONGAS DE LA BOCA: EL DESASTRE DE LOS INGENIEROS MAURICIO MACRI Y HERNÁN LOMBARDI


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900…”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



Milonga del gobierno de la ciudad de Buenos Aires (Mauricio Macri, jefe de gobierno; Hernán Lombardi, ministro de cultura) Foto: Claudio Madaires

¿Alguien puede creer que éstas fotos correspondan a una milonga de Buenos Aires? Patético, increíble pero cierto. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires organizó en el sector “turístico” de La Boca una serie de milongas y espectáculos relacionados con el tango. Fue en Vuelta de Rocha, frente a la calle “Caminito”. Asistí a ellas sin desconfiar, llevándome una sorpresa mayúscula al tener que bailar sobre este tablado hundido, sucio y roto.


En La Boca, este desastre de ingeniería y cultura. Foto: Claudio Madaires

Así es, señores. Sobre este tablado tuvimos que bailar los pocos porteños y turistas que asistieron los diferentes días. Siendo Mauricio Macri y Hernán Lombardi ingenieros, me pregunto si para botón de ingeniería basta una muestra.



Milonga de La Boca, diciembre del 2010. Orquestas en vivo, Juan carlos Copes bailando ante un público de tamaño anémico, y la pista de baile despedazada. Foto: Claudio Madaires.

Como se en la foto de abajo, pese al bombo y platillo propagandístico empleado por el Gobierno, el caudal de asistentes fue insignificante en relación al espacio disponible. Ese domingo de las fotos bailó Juan Carlos Copes. Los espectadores podían contarse casi con los dedos

Propaganda en los subterráneos de Buenos Aires para promocionar las “grandes milongas en La Boca” de Mauricio Macri y Hernán Lombardi. Foto: Claudio Madaires

Por respeto al tango y a la ciudad de Buenos Aires, envié a Mauricio Macri y a Hernán Lombardi correos para pedir explicaciones sobre los responsables. Hice una queja y pedido de información al área correspondiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ninguna respuesta concreta. Tras meses sin respuesta, la situación me forzó a iniciar un expediente en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad.

Como ciudadano argentino nacido en Buenos Aires, exijo saber quiénes organizaron este desastre y cuánto tuvimos que gastar los porteños por él. De paso, exijo, señores ingenieros Mauricio Macri y Hernán Lombardi, si la Ley lo permite, me den información sobre todos los gastos relacionados con el tango desde que ustedes toman decisiones para mí ciudad natal.

Estamos en agosto del 2011. El artículo continuará su curso.


Con la bailarina hispano-ecuatoriana Mariví Guarderas



© CLAUDIO MADAIRESclaudio.madaires@gmail.com

lunes, 17 de octubre de 2011

GRANDES BAILARINES DE TANGO


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900...”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



GRANDES BAILARINES DE TANGO

En paralelo al fenómeno folclórico, hay otro tango que pareciera ser argentino, sin ser otra cosa que un fenómeno mercantil orientado a maximizar las ganancias de las empresas.

Con gran capital para invertir en publicidad a nivel mundial, hace varias décadas que productores artísticos culturalmente inescrupulosos han decidido explotar el tango argentino del mismo modo que otros decidieron enriquecerse a costa de la salud de la gente, vendiendo mortífera comida chatarra envuelta en suculento papel de regalo. Para producir hamburguesas baratas, hay que disponer de abundante grasa animal; para enriquecerse con tango chatarra, hay que disponer de bailarines indiferentes a la cultura propia del país. Y las ventas de tango chatarra mejoran si endiosamos a los bailarines de tango chatarra.


Bailarines de tango: Tarila

Escribió José María Ramos Mejía (1849-1914):

«El periódico que llama todos los días “distinguido” a un individuo mediocre, elocuente o talentoso a un indigente, acaba por crear, en el cerebro de sus lectores, un vaga idea de distinción y de fuerza; su espíritu se deja inocular formas y esquemas que luego van fijándose y prosperando hasta adquirir el bulto y la vida... La forma popular de sugestión que encierra “el chocolate Perau es el mejor de los chocolates” aparece como un resumen de ese procedimiento expeditivo...”»

Vender hamburguesas con 95% de grasa, chocolate Perau o gran bailarines de tango chatarra es cosa de simple y llano mercadeo. Escribo esto con tristeza, porque hay verdaderos bailarines y bailarinas de tango en Argentina; que no son reconocidos porque se niegan a abandonar lo folclórico. No puedo dar nombres de bailarines de tango muy promocionados que me satisfagan desde el punto de vista cultural. El último nombre que me viene a la mente es el de «Pepito Avellaneda», gran danzarín que hizo las delicias de los porteños, improvisando un tango bien argentino cada vez que subía al escenario. Hoy por hoy, los mejores están en las milongas de Buenos Aires y bailan sin fines de lucro.


Bailarines de tango: Petróleo

Si hubiese empresarios nacionalistas, los espectáculos de tango serían muy distintos. Porque no hace falta que las bailarinas dancen semidesnudas, disfrazadas de callejeras, o que los bailarines hagan piruetas de saltimbanquis. Estoy convencido de que el público internacional respetaría los espectáculos de tango si aparecieran en escena danzarines típicos de las noches de Buenos Aires, en vez de disfrazados ambiciosos. Recuerdo a Yoko Ono, la viuda de John Lennon. Hace pocos años fue a Buenos Aires. Quisieron llevarla a varios de los espectáculos de tango chatarra. Se negó; no quería ver caricaturas. Solamente fue a las milongas, para ver el tango real, el folclórico.

¡Ojalá todos los turistas fueran como Yoko Ono!


Bailarines de tango: El Cachafaz con Carmen Calderón

Aunque tal vez sea que la gente va de buena voluntad a los espectáculos «for export», del mismo modo que los niños se intoxican y engordan de comida chatarra porque los saturan de propaganda. Quiero creer esto. Y si me preguntan por grandes bailarines de tango del pasado, puedo dar nombres y apodos. Por supuesto que nadie o casi nadie vivo los ha visto danzar; pero quedan en la memoria del pueblo, en las letras de varios tangos y milongas clásicas: «El Tambito» debió ser uno de los buenos (porque Ángel Villoldo lo mentó en «El Porteñito»), «Tarila», el moreno «Cotongo», «El Cachafaz», «El vasco Orradre», «El Escoberito», «Petróleo»...

Hoy día, si volvieran a la danza, no serían contratados por ninguna empresa de tango para turistas.





© Claudio Madaires. claudio.madaires@gmail.com. Artículo publicado en junio del 2007 en el prestigioso periódico ecuatoriano La Hora con la firma «Claudio Gilardoni»

jueves, 6 de octubre de 2011

TANGO Y CINE ARGENTINO



“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900...”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



TANGO Y CINE ARGENTINO


Nadie en su sano juicio estético imagina películas ambientadas en la pampa argentina sin gauchos, caballos, ombúes y rasgueo de guitarras. Sería como imaginar películas ambientas en África sin negros, leones, bosques selváticos y danzas típicas. Incluso en el cine descaradamente comercial, cuando éste, siquiera por imperio argumental, roza aspectos folclóricos de un pueblo, sale a luz la realidad artística del mismo pueblo. Así es que, muchas veces sin quererlo, el cine argentino, desde comienzos de siglo XX, ha debido al tango un imprescindible espacio de existencia. Sin él, las películas ambientadas en Buenos Aires hubiesen carecido, hasta un grado alarmante de subjetividad próximo a la esquizofrenia, de mínimo realismo. Aunque perseguido por detractores de lo folclórico desde sus inicios, tanto en las páginas «culturales» de los periódicos porteños como en el mismo cine nacional, el fantasma del tango es tangible en la copiosa producción cinematográfica argentina, la cual se inició en 1897.



La primera película sonora argentina es «Tango», obra de 1933 dirigida por Luis Toglia Barth y actuada por intérpretes reales de la historia de la música típica de Buenos Aires: Azucena Maizani, Tita Merello, Mercedes Simone, Libertad Lamarque, Juan de Dios Filiberto, Edgardo Donato, Juan D'Arienzo, Pedro Maffia, Osvaldo Fresedo, Alberto Gómez y el célebre bailarín «El cachafaz». Era el tango en la década de 1930 un fenómeno tan intrínseco a Buenos Aires como su puerto, sus calles faroladas y su lunfardo. De entonces, los largometrajes de Carlos Gardel. Antes y después, por supuesto, el cine nacional fue y siguió siendo eco de su existencia. En la década de 1910 se filmaron, entre otras, «El tango de la muerte» y «La reina del tango»; en la de 1920, «Milonguita» y «La borrachera del tango». Aparte del valor artístico de estas producciones, está el valor documental, acaso mayor por indiscutible. Ver danzar a personajes reales de Buenos Aires en las décadas de 1910, 1920 y 1930 nos permite descifrar cómo se vivía el tango folclórico de aquellos tiempos. No exagero: quien desee aprender a bailar tango, debe recurrir al cine argentino del primer tercio del siglo XX y seguir el ejemplo con la práctica. En la misma «Tango» hay suficientes escenas bailadas, tanto por «El cachafaz» como por danzarines normales de las calles y milongas porteñas, como para «hacer academia» de cortes y quebradas.

La de 1940, con películas como «El astro del tango», «El alma de un tango», «El cantor de Buenos Aires» y «Se llamaba Carlos Gardel», fue una década de la cual sería ridículo pretender disociar el celuloide porteño del gotán. También la de 1950 contribuyó con «Arrabalera», «Mi noche triste» y «El morocho del Abasto». Siguiendo un declive forzado manu militari, los años 60 y 70 presenciaron un cine nacional cada vez más alejado de esta música de su pueblo.


Buenos Aires, barrio de San Telmo

¿Qué esperar del futuro, sabiendo de la evidente revancha del tango? La continuación de una tradición fílmica interrumpida por dictaduras y extranjerizantes privatizaciones culturales.


© CLAUDIO MADAIRES – claudio.madaires@gmail.com – Artículo publicado en mayo del 2008 en el prestigioso periódico ecuatoriano “La Hora”

miércoles, 21 de septiembre de 2011

CARLOS GARDEL Y LA FAMA


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900...”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



CARLOS GARDEL Y LA FAMA


La fama se adquiere a precio mínimo o a precio máximo. Leyendo biografías, de la A a la Z, uno llega a la conclusión de que hay famas fáciles, logradas sin esfuerzo contundente, abanicadas en suntuoso bienestar de principio a fin; y otras famas mártires, sentidas en carne propia de la víctima, y aún seguidas de muerte violenta. Dirá la grey maquiavélica que la fama justifica los medios. Dirá otro rebaño filosófico que la fama no justifica los medios. Habrá metafísicas conservadoras entre los conjeturables lectores. Aquí y ahora, adoptaré el confort de sobremesa de la definición lexicográfica.


Dice la Real Academia, en su tercera opción de “fama”: “Opinión que la gente tiene de la excelencia de alguien en su profesión o arte'.”

Ser famoso, entonces, es ser consecuencia legítima del voto popular, por así decirlo, cuando el homenajeado ha calado hondo en las intenciones de algún pueblo.

Si Gardel hubiese consagrado su vida a la física teórica o a la bioquímica, o al estudio del cancionero de Guillaume de Machaut, es seguro que su fama no hubiera trascendido como lo hizo, números pesantes. Uno es famoso para su familia, para su barrio, para un país o un conjunto de países. Uno es famoso durante minutos de existencia o miles de años. El esclavo Terencio y el bibliotecario Lao tsé son famosos desde hace tiempo. Yo soy famoso los instantes de interés de mis periódicos lectores. La fama en un Universo relativo es tan relativa como su mecánico Progenitor.

Gardel fue famoso en vida y famoso hoy mismo, a 7 décadas de su muerte. Es famoso en Argentina, en Ecuador, en Italia, en China, en Suecia, en Surinam… Vaticino, sin mucho esfuerzo imaginativo, que será famoso por siglos, como mínimo, mientras el tango concuerde con el idioma estético aprobado por cientos de millones de seres humanos de todas las razas. Podría suceder una perdurabilidad de miles de años.


Arturo Toscanini, existiendo ambos, decretó que Carlos Gardel era el único cantante popular que nunca desafinaba. Es cierto, salvo en por lo menos una insignificante evidencia. Gardel es impecable cantor de tangos, pasillos, fados y música gauchesca. Fue famoso en vida por mérito propio; seguirá siendo famoso por mérito propio. La existencia de la industria fonográfica es un detalle a tener en cuenta a lo largo y ancho de su fama. Gardel grabó en Buenos Aires casi todo lo suyo; pero también en París y en Barcelona. América y Europa lo conocieron mientras entonaba con su óptima voz de los treinta y los cuarenta años. Hubiera grabado no sabemos cuántas miles de veces, para mayor fama todavía, de haber superado el insuperable tránsito de un insípido accidente aeronáutico.

Sin ironía malsana, suplico que no olvidemos que más famoso que Guillaume de Machaut es la champaña, elíxir oriundo de la misma comarca francesa; que más famoso que Romuald Gardes es el tango argentino, nacido a unos 10 mil 600 kilómetros del Hospital de la Grave, en Toulouse, Francia, mucho antes del 11 de diciembre de 1890.




© CLAUDIO MADAIRES – claudio.madaires@gmail.com – Artículo publicado en julio del 2006 en el prestigioso periódico ecuatoriano “La Hora”

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