jueves, 20 de octubre de 2011

MILONGAS DE LA BOCA: EL DESASTRE DE LOS INGENIEROS MAURICIO MACRI Y HERNÁN LOMBARDI


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900…”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



Milonga del gobierno de la ciudad de Buenos Aires (Mauricio Macri, jefe de gobierno; Hernán Lombardi, ministro de cultura) Foto: Claudio Madaires

¿Alguien puede creer que éstas fotos correspondan a una milonga de Buenos Aires? Patético, increíble pero cierto. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires organizó en el sector “turístico” de La Boca una serie de milongas y espectáculos relacionados con el tango. Fue en Vuelta de Rocha, frente a la calle “Caminito”. Asistí a ellas sin desconfiar, llevándome una sorpresa mayúscula al tener que bailar sobre este tablado hundido, sucio y roto.


En La Boca, este desastre de ingeniería y cultura. Foto: Claudio Madaires

Así es, señores. Sobre este tablado tuvimos que bailar los pocos porteños y turistas que asistieron los diferentes días. Siendo Mauricio Macri y Hernán Lombardi ingenieros, me pregunto si para botón de ingeniería basta una muestra.



Milonga de La Boca, diciembre del 2010. Orquestas en vivo, Juan carlos Copes bailando ante un público de tamaño anémico, y la pista de baile despedazada. Foto: Claudio Madaires.

Como se en la foto de abajo, pese al bombo y platillo propagandístico empleado por el Gobierno, el caudal de asistentes fue insignificante en relación al espacio disponible. Ese domingo de las fotos bailó Juan Carlos Copes. Los espectadores podían contarse casi con los dedos

Propaganda en los subterráneos de Buenos Aires para promocionar las “grandes milongas en La Boca” de Mauricio Macri y Hernán Lombardi. Foto: Claudio Madaires

Por respeto al tango y a la ciudad de Buenos Aires, envié a Mauricio Macri y a Hernán Lombardi correos para pedir explicaciones sobre los responsables. Hice una queja y pedido de información al área correspondiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ninguna respuesta concreta. Tras meses sin respuesta, la situación me forzó a iniciar un expediente en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad.

Como ciudadano argentino nacido en Buenos Aires, exijo saber quiénes organizaron este desastre y cuánto tuvimos que gastar los porteños por él. De paso, exijo, señores ingenieros Mauricio Macri y Hernán Lombardi, si la Ley lo permite, me den información sobre todos los gastos relacionados con el tango desde que ustedes toman decisiones para mí ciudad natal.

Estamos en agosto del 2011. El artículo continuará su curso.


Con la bailarina hispano-ecuatoriana Mariví Guarderas



© CLAUDIO MADAIRESclaudio.madaires@gmail.com

lunes, 17 de octubre de 2011

GRANDES BAILARINES DE TANGO


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900...”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



GRANDES BAILARINES DE TANGO

En paralelo al fenómeno folclórico, hay otro tango que pareciera ser argentino, sin ser otra cosa que un fenómeno mercantil orientado a maximizar las ganancias de las empresas.

Con gran capital para invertir en publicidad a nivel mundial, hace varias décadas que productores artísticos culturalmente inescrupulosos han decidido explotar el tango argentino del mismo modo que otros decidieron enriquecerse a costa de la salud de la gente, vendiendo mortífera comida chatarra envuelta en suculento papel de regalo. Para producir hamburguesas baratas, hay que disponer de abundante grasa animal; para enriquecerse con tango chatarra, hay que disponer de bailarines indiferentes a la cultura propia del país. Y las ventas de tango chatarra mejoran si endiosamos a los bailarines de tango chatarra.


Bailarines de tango: Tarila

Escribió José María Ramos Mejía (1849-1914):

«El periódico que llama todos los días “distinguido” a un individuo mediocre, elocuente o talentoso a un indigente, acaba por crear, en el cerebro de sus lectores, un vaga idea de distinción y de fuerza; su espíritu se deja inocular formas y esquemas que luego van fijándose y prosperando hasta adquirir el bulto y la vida... La forma popular de sugestión que encierra “el chocolate Perau es el mejor de los chocolates” aparece como un resumen de ese procedimiento expeditivo...”»

Vender hamburguesas con 95% de grasa, chocolate Perau o gran bailarines de tango chatarra es cosa de simple y llano mercadeo. Escribo esto con tristeza, porque hay verdaderos bailarines y bailarinas de tango en Argentina; que no son reconocidos porque se niegan a abandonar lo folclórico. No puedo dar nombres de bailarines de tango muy promocionados que me satisfagan desde el punto de vista cultural. El último nombre que me viene a la mente es el de «Pepito Avellaneda», gran danzarín que hizo las delicias de los porteños, improvisando un tango bien argentino cada vez que subía al escenario. Hoy por hoy, los mejores están en las milongas de Buenos Aires y bailan sin fines de lucro.


Bailarines de tango: Petróleo

Si hubiese empresarios nacionalistas, los espectáculos de tango serían muy distintos. Porque no hace falta que las bailarinas dancen semidesnudas, disfrazadas de callejeras, o que los bailarines hagan piruetas de saltimbanquis. Estoy convencido de que el público internacional respetaría los espectáculos de tango si aparecieran en escena danzarines típicos de las noches de Buenos Aires, en vez de disfrazados ambiciosos. Recuerdo a Yoko Ono, la viuda de John Lennon. Hace pocos años fue a Buenos Aires. Quisieron llevarla a varios de los espectáculos de tango chatarra. Se negó; no quería ver caricaturas. Solamente fue a las milongas, para ver el tango real, el folclórico.

¡Ojalá todos los turistas fueran como Yoko Ono!


Bailarines de tango: El Cachafaz con Carmen Calderón

Aunque tal vez sea que la gente va de buena voluntad a los espectáculos «for export», del mismo modo que los niños se intoxican y engordan de comida chatarra porque los saturan de propaganda. Quiero creer esto. Y si me preguntan por grandes bailarines de tango del pasado, puedo dar nombres y apodos. Por supuesto que nadie o casi nadie vivo los ha visto danzar; pero quedan en la memoria del pueblo, en las letras de varios tangos y milongas clásicas: «El Tambito» debió ser uno de los buenos (porque Ángel Villoldo lo mentó en «El Porteñito»), «Tarila», el moreno «Cotongo», «El Cachafaz», «El vasco Orradre», «El Escoberito», «Petróleo»...

Hoy día, si volvieran a la danza, no serían contratados por ninguna empresa de tango para turistas.





© Claudio Madaires. claudio.madaires@gmail.com. Artículo publicado en junio del 2007 en el prestigioso periódico ecuatoriano La Hora con la firma «Claudio Gilardoni»

jueves, 6 de octubre de 2011

TANGO Y CINE ARGENTINO



“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900...”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



TANGO Y CINE ARGENTINO


Nadie en su sano juicio estético imagina películas ambientadas en la pampa argentina sin gauchos, caballos, ombúes y rasgueo de guitarras. Sería como imaginar películas ambientas en África sin negros, leones, bosques selváticos y danzas típicas. Incluso en el cine descaradamente comercial, cuando éste, siquiera por imperio argumental, roza aspectos folclóricos de un pueblo, sale a luz la realidad artística del mismo pueblo. Así es que, muchas veces sin quererlo, el cine argentino, desde comienzos de siglo XX, ha debido al tango un imprescindible espacio de existencia. Sin él, las películas ambientadas en Buenos Aires hubiesen carecido, hasta un grado alarmante de subjetividad próximo a la esquizofrenia, de mínimo realismo. Aunque perseguido por detractores de lo folclórico desde sus inicios, tanto en las páginas «culturales» de los periódicos porteños como en el mismo cine nacional, el fantasma del tango es tangible en la copiosa producción cinematográfica argentina, la cual se inició en 1897.



La primera película sonora argentina es «Tango», obra de 1933 dirigida por Luis Toglia Barth y actuada por intérpretes reales de la historia de la música típica de Buenos Aires: Azucena Maizani, Tita Merello, Mercedes Simone, Libertad Lamarque, Juan de Dios Filiberto, Edgardo Donato, Juan D'Arienzo, Pedro Maffia, Osvaldo Fresedo, Alberto Gómez y el célebre bailarín «El cachafaz». Era el tango en la década de 1930 un fenómeno tan intrínseco a Buenos Aires como su puerto, sus calles faroladas y su lunfardo. De entonces, los largometrajes de Carlos Gardel. Antes y después, por supuesto, el cine nacional fue y siguió siendo eco de su existencia. En la década de 1910 se filmaron, entre otras, «El tango de la muerte» y «La reina del tango»; en la de 1920, «Milonguita» y «La borrachera del tango». Aparte del valor artístico de estas producciones, está el valor documental, acaso mayor por indiscutible. Ver danzar a personajes reales de Buenos Aires en las décadas de 1910, 1920 y 1930 nos permite descifrar cómo se vivía el tango folclórico de aquellos tiempos. No exagero: quien desee aprender a bailar tango, debe recurrir al cine argentino del primer tercio del siglo XX y seguir el ejemplo con la práctica. En la misma «Tango» hay suficientes escenas bailadas, tanto por «El cachafaz» como por danzarines normales de las calles y milongas porteñas, como para «hacer academia» de cortes y quebradas.

La de 1940, con películas como «El astro del tango», «El alma de un tango», «El cantor de Buenos Aires» y «Se llamaba Carlos Gardel», fue una década de la cual sería ridículo pretender disociar el celuloide porteño del gotán. También la de 1950 contribuyó con «Arrabalera», «Mi noche triste» y «El morocho del Abasto». Siguiendo un declive forzado manu militari, los años 60 y 70 presenciaron un cine nacional cada vez más alejado de esta música de su pueblo.


Buenos Aires, barrio de San Telmo

¿Qué esperar del futuro, sabiendo de la evidente revancha del tango? La continuación de una tradición fílmica interrumpida por dictaduras y extranjerizantes privatizaciones culturales.


© CLAUDIO MADAIRES – claudio.madaires@gmail.com – Artículo publicado en mayo del 2008 en el prestigioso periódico ecuatoriano “La Hora”

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