lunes, 17 de octubre de 2011

GRANDES BAILARINES DE TANGO


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico.” “Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900...”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)



GRANDES BAILARINES DE TANGO

En paralelo al fenómeno folclórico, hay otro tango que pareciera ser argentino, sin ser otra cosa que un fenómeno mercantil orientado a maximizar las ganancias de las empresas.

Con gran capital para invertir en publicidad a nivel mundial, hace varias décadas que productores artísticos culturalmente inescrupulosos han decidido explotar el tango argentino del mismo modo que otros decidieron enriquecerse a costa de la salud de la gente, vendiendo mortífera comida chatarra envuelta en suculento papel de regalo. Para producir hamburguesas baratas, hay que disponer de abundante grasa animal; para enriquecerse con tango chatarra, hay que disponer de bailarines indiferentes a la cultura propia del país. Y las ventas de tango chatarra mejoran si endiosamos a los bailarines de tango chatarra.


Bailarines de tango: Tarila

Escribió José María Ramos Mejía (1849-1914):

«El periódico que llama todos los días “distinguido” a un individuo mediocre, elocuente o talentoso a un indigente, acaba por crear, en el cerebro de sus lectores, un vaga idea de distinción y de fuerza; su espíritu se deja inocular formas y esquemas que luego van fijándose y prosperando hasta adquirir el bulto y la vida... La forma popular de sugestión que encierra “el chocolate Perau es el mejor de los chocolates” aparece como un resumen de ese procedimiento expeditivo...”»

Vender hamburguesas con 95% de grasa, chocolate Perau o gran bailarines de tango chatarra es cosa de simple y llano mercadeo. Escribo esto con tristeza, porque hay verdaderos bailarines y bailarinas de tango en Argentina; que no son reconocidos porque se niegan a abandonar lo folclórico. No puedo dar nombres de bailarines de tango muy promocionados que me satisfagan desde el punto de vista cultural. El último nombre que me viene a la mente es el de «Pepito Avellaneda», gran danzarín que hizo las delicias de los porteños, improvisando un tango bien argentino cada vez que subía al escenario. Hoy por hoy, los mejores están en las milongas de Buenos Aires y bailan sin fines de lucro.


Bailarines de tango: Petróleo

Si hubiese empresarios nacionalistas, los espectáculos de tango serían muy distintos. Porque no hace falta que las bailarinas dancen semidesnudas, disfrazadas de callejeras, o que los bailarines hagan piruetas de saltimbanquis. Estoy convencido de que el público internacional respetaría los espectáculos de tango si aparecieran en escena danzarines típicos de las noches de Buenos Aires, en vez de disfrazados ambiciosos. Recuerdo a Yoko Ono, la viuda de John Lennon. Hace pocos años fue a Buenos Aires. Quisieron llevarla a varios de los espectáculos de tango chatarra. Se negó; no quería ver caricaturas. Solamente fue a las milongas, para ver el tango real, el folclórico.

¡Ojalá todos los turistas fueran como Yoko Ono!


Bailarines de tango: El Cachafaz con Carmen Calderón

Aunque tal vez sea que la gente va de buena voluntad a los espectáculos «for export», del mismo modo que los niños se intoxican y engordan de comida chatarra porque los saturan de propaganda. Quiero creer esto. Y si me preguntan por grandes bailarines de tango del pasado, puedo dar nombres y apodos. Por supuesto que nadie o casi nadie vivo los ha visto danzar; pero quedan en la memoria del pueblo, en las letras de varios tangos y milongas clásicas: «El Tambito» debió ser uno de los buenos (porque Ángel Villoldo lo mentó en «El Porteñito»), «Tarila», el moreno «Cotongo», «El Cachafaz», «El vasco Orradre», «El Escoberito», «Petróleo»...

Hoy día, si volvieran a la danza, no serían contratados por ninguna empresa de tango para turistas.





© Claudio Madaires. claudio.madaires@gmail.com. Artículo publicado en junio del 2007 en el prestigioso periódico ecuatoriano La Hora con la firma «Claudio Gilardoni»

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